Se abalanza lo inevitable-
la sensación de devolver lo que tragaste-
y raspa tu garganta...
Se ocupa en centrar todo
el dolor-
acumulado a lo largo
de tantas charlas
aburridas y
palabras fangosas,
superficiales-
en el centro de tu cuerpo...
Te retuerces por unos segundos
y aprietas-
con el dedo índice-
el extremo inferior
de tu abdomen.
Toces y
respiras...
“Ahh, ahora puedo escribir en paz”.
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